Su último deseo: me pido un concierto.

HEROE. EL VOLUNTARIO

Era un viernes cualquiera, pero para aquel hombre, era el viernes, el mejor viernes de su vida, lo iba a dar todo pues la enfermedad que padecía había consumido lentamente sus reservas fisiológicas dejándole agotando y con una profunda tristeza en su alma. Su único anhelo, antes de partir, era ir al concierto de su banda de rock favorita. Por azar del destino no se había presentado la oportunidad de ver a su cantante favorito en vivo. Las melodías de su grupo musical preferido habían sido para él siempre estimulantes, le habían acompañado en sus mejores momentos. Un deseo sencillo, pero que, en su estado terminal, parecía inalcanzable.

El médico tratante del paciente había escuchado su historia y conmovido por esta decidió hacer todo lo posible para que su sueño se hiciera realidad. Fue así como se puso en contacto con una persona de un voluntariado. Desconocido para él, un voluntario, un alma caritativa, decidió cambiar su noche del viernes de jolgorio a cumplir el deseo del enfermo.  

El voluntario organizó todo. Reservó las mejores entradas para el concierto, coordinó el transporte y hasta preparó una pequeña sorpresa: una camiseta autografiada por la banda. Con un corazón lleno de esperanza, se dirigió al hospital, listo para llevar a cabo su misión.

Al llegar a la habitación del enfermo, lo encontró débil, pero con una chispa de ilusión en los ojos, en su rostro se reflejaba la felicidad. Con cuidado, lo ayudó a vestirse y lo llevó hasta la ambulancia que los esperaba. En el camino, hablaron de todo un poco: de la vida, de la música, de los sueños que nunca se habían cumplido.

Cuando llegaron al estadio donde se celebraba el concierto, el enfermo se sintió abrumado por la emoción. La música, el ambiente, la energía de la multitud… Todo era más de lo que había imaginado. Y cuando la banda interpretó su canción favorita, sus ojos se llenaron de lágrimas de alegría y canto con todas las pocas fuerzas que tenía y en ese momento dejo el miedo, dolor y sufrimiento a un lado y en su alma encontró paz, amor y plenitud.

A la mañana siguiente, el voluntario regresó al hospital para despedirse. El enfermo, había empeorado al regresar del concierto por lo que su médico le inició la sedación paliativa, no obstante, el voluntario sintió una felicidad enorme al ver el rostro tranquilo, sereno y feliz del paciente, sintió que haberle regalado ese último momento de felicidad al paciente era lo mejor que había hecho ese viernes.

Esta es solo una de las muchas historias de solidaridad y compasión que ocurren a diario en los hospitales o fuera de ellos. Historias de personas anónimas, que, con pequeños gestos, hacen una gran diferencia en la vida de otros. Historias que nos recuerdan que la bondad y la generosidad son la esencia misma de la humanidad.

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